martes, 19 de mayo de 2009

CAMINANDO POR LA MULA ISLAMICA

Nuestros pasos nos llevarán hoy a pasear por el perímetro de lo que fue la Mula musulmana.

Situada ya en su enclave actual, la Mula islámica nace en la falda de una colina, a los pies de la Alcazaba. Este fue el lugar al que se trasladó la población tras su violenta expulsión de la Almagra, hacia el año 825 d.C, bajo las ordenes de Abderraman II.
La fortaleza contaba con una doble muralla con numerosas torres. La muralla interna constituía posíblemente un Albacar utilizado como último reducto defensivo y zona de pastos en época de paz. La construcción de un aljibe en su interior garantizaba el suministro de agua. La población se distribuía entre los limites de las dos murallas, el trazado era laberíntico, con calles estrechas que no llegaban a ningún sitio y sin espacios abiertos. La acequia mayor, sin la cual no existiría Mula, por lo menos no como actualmente la conocemos, comenzaba unos 50 metros más allá, y regaba la huerta dispuesta en pequeñas terrazas. Un entramado de acequias perpendiculares al gran canal se encargaban de ello.

Comenzamos el camino en la parroquia de Santo Domingo, que junto con la ermita del Carmen, entonces San Miguel, constituían las dos mezquitas de la ciudad. A poco que andamos ya encontramos restos de muralla aprovechada en las construcciones actuales, seguimos en dirección a la ermita del Carmen, donde se conserva un considerable tramo de este muro defensivo, aquí se adivina lo que era una de las puertas de acceso a la ciudad.
En nuestra subida al Castillo, siguiendo el camino peatonal habilitado por el ayuntamiento, podemos ir observando numerosos restos de muralla y torres, muchas veces prácticamente integradas en el interior de las viviendas.













Dejamos a nuestra izquierda el barranco del Albollón, que junto con el Barrancal delimitaba de una forma natural la antigua ciudad, seguimos caminando hasta llegar a la conocida popularmente como "Cueva de los Moros", realmente se trata del aljibe, lo que nos situa en los límites de la zona que abrazaba el albacar o antemuralla. Aunque el ascenso es un poco complicado por la abundante vegetación, especialmente por el carácter también defensivo de algunas plantas, merece la pena el esfuerzo y acceder a su interior. Una vez dentro adivinamos el dibujo de lo que fue la antigua bóveda, sus restos ahí están, en el suelo bajo nuestros pies, nos llama la atención el enorme grosor de los muros y su decoración incisa para un mayor agarre del enlucido. Aunque todavía se conservan en pie sus cuatro paredes, no sera así por mucho tiempo (si las personas competentes no lo remedian) dado el lamentable estado de abandono en que se encuentra, no solo el aljibe, sino también los lienzos de muralla en los que claramente se ve como el tapial se está desprendiendo.






Si no quieres sufrir, tapate los ojos o mira para otro lado. "Ojos que no ven, corazón que no siente".



Caminando hacia el este, y desde un mirador divisamos la zona conocida como el pontarrón, donde parece ser que se ubicaba la judería, además de deleitarnos con unas maravillosas vistas de Mula y su huerta, o más bien lo que queda de ella.
Como curiosidad las plantas centenarias de aloe vera que nos encontramos en el camino, con su gigantesca flor que lo atestigua.




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